28.6.04
 
El prisionero de Azkaban
Hoy he ido con mi amigo Rupa a ver la última de Harry Potter. Con Rupa solemos ver pelis que difícilmente llamarían la atención de otros colegas. Chiquilladas, básicamente. Ya nos conocemos desde hace muchos años y ambos coincidimos en que si te medioavergüenzas de que te mole algo, eso hace que te mole mucho más y lo disfrutes mejor. El sentimiento de culpa y los remordimientos por frikismo son una gozada, en serio.
La peli me ha gustado. De hecho, la tercera novela fue la que más me gustó del lote hasta ahora publicado (yo soy de esos que se los lee en versión original, coartada facilona la de "es para practicar y desoxidar mi inglés", pero la verdad es que disfruto como un enano). El desenlace argumental está muy conseguido en la peli -en el libro aún mola más, porque previamente hay más pistitas para que intuyas cosas-, y eso que hay más loopings temporales y más revelaciones zoomórficas de los que un muggle medio puede llegar a asimilar.
Los actores que encarnan a los personajes han pegado bastante el estirón. El otro día, en el despacho de Distorsió (Distorsió es la revista universitaria a la que pertenecemos los 4 miembros de este blog) Noe comentó que un servidor se parece a Harry Potter. Noe es una especie de matriarca todopoderosa y lo que ella dice para mí va a misa. Pero mi semejanza con Harry Potter no deja de ser una simple correlación de gafa y flequillo, atributos determinantes del personaje creado por la Sita Rowling y del personaje creado por la Sra. Fernández (mi madre). Pero hay un personaje que con el estirón resulta guardar un parecido acojonante con un integrante de este blog. Draco Malfoy, concretamente... Fíjense, fíjense... (no obstante, el personaje es odioso, gallito y mala persona, precisamente todo lo contrario que nuestro querido amigo, en serio lo digo)


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