15.7.04
 
Tossa (y 3)
Después de recalar en "la Paca" nos dirigimos a una boîte cuyo nombre no recuerdo (empezaba por S; Jordi, com es diu?) Paredes pintadas con textura de zebra, espejos, luces, pequeñito pero arreglao. Y la verdad es que el local estaba vacío, apenas media docena de personas en la barra, y la pista de baile y los sillones desiertos. Así que allí nos montamos la fiesta. O al menos me la monté yo, ya que me puse a bailar como un condenado, feeling the beat (sintiendo el ritmo), making the indian (haciendo el indio). Durante la estancia en Tossa, hasta ese momento, me había mostrado bastante mosquita muerta -es normal en mí que si no conozco el lugar ni a la gente me retraiga, no es por incomodidad, sólo por diplomacia-, así que ese desmelene descuadró bastante al grupo de colegas que estábamos allí. He de decir que hacía bastante tiempo que no me marcaba unos bailoteos intensivos de ese calibre, y para que se dé esa circunstancia tengo que ir con el puntillo y, sobre todo, estar a gusto. Y así fue. Desmelene de Paquirrín cuando sonó Seven Nation Army de los White Stripes y también con One Step Beyond de Madness.
Y en estas que, estando todos momentáneamente sentados en los sofás, empezó a sonar una de Héroes del Silencio, y un personaje mitiquísimo y freakiquísimo, del que Paquirrín me habçia hablado en ocasiones, entró en escena. Se trataba del Giovanni, un tipo con pintas a lo Frank Zappa, camiseta imperio y aire rockero y fiestero que se ve que es paleta y pernocta en las obras donde curra, según explicó David. El hombre, pese a tener una cierta edad, se marcó un baile impresionante, con un paso lleno de sentimiento consistente en ponerse en cuclillas y golpear el suelo con la mano. Brutal.
Al día siguiente, tras dormir como lirones, también nos fuimos encontrando al Giovanni por los sitios, siempre con una mediana en la mano y aspecto y ánimo de no haber dormido. Qué tipo.

Teníamos planeado dar un rulo en una barquita que tiene Ona, embarcación apodada "la patera" por motivos evidentes, pero al final acabamos subiendo al monte y visitando una cerca en la que habían tres jabalíes gordos y aplatanados. David nos explicó que el dueño de los jabalíes los tenía para hacer espectáculos los domingos, les ponía gafas y sombrero y cosas por el estilo. Animales de circo. Después pasamos por un super para comprar el material necesario para hacer algún combinado alcohólico sabroso y pillamos una botella de ron, limas naturales y altramuces. Los altramuces los cogimos por capricho, no formaban parte de los ingredientes del combinado. La idea era bañarse de noche en la piscina de ca l'Ona y tomarnos el ron con lima, menta y azúcar (Jordi, allò que era, mojito, caipirinha?).
Esa noche tenía lugar en Tossa un rito ancestral: el Toquen'a'córrer (com s'escriu, Jordi?), que consiste en saltar en grupitos desde una hermita hasta las puertas de las murallas de Tossa, ida y vuelta y así todo el rato, mientras suenan nueve interminables sardanes. Yo aguanté tres, saltando a destiempo y sudando como un cerdo. Previsible.
En la piscina de Ona Jordi preparó los combinados, con su jugo de limas, con su hielito picado a hostias, su menta y tal. Muy currado, le quedaron bien. Los altramuces duraron mucho, demasiado, el agüilla salada esa los hace bastante desagradables cuando están templados. Paquirrín les encontró un uso divertido: apretarlos hasta que se despellejan y el interior sale disparado.
Luego salimos por Tossa, fuimos a un local fino y tranquilo de nombre Kars que está muy bien, donde tomamos una caipirinha (¿o era un mojito?) y jugamos al Conecta 4. Me proclamé campeón de este juego en nuestra mesa, que se sepa, que se sepa (evidentemente no había control antidoping).
Acabamos bailoteando en la misma boîte que la noche anterior, salvo que esta vez estaba muy llena, pero el repertorio musical era el mismo. Nos lo pasamos muy bien.

Al día siguiente salimos a la mar en la patera. Seis personas en una barca de esas de lago con motoret, conducida por Paquirrín. Unos niños en un pedalo, bastante alejados de la costa, al vernos dijeron en plan Nelson Muntz: "mira, una patera". Por la noche estábamos muy petados y salimos muy a medio gas. Y al día siguiente me volví pa'Barcelona.

Lo dicho, me lo pasé de coña y son muchas las anécdotas que se quedan en el tintero (como una de un chaval frikísimo que se nos acopló de forma recalcitrante, menudo personaje). Moltes gràcies al Jordi i a la seva família, també a la seva família política i amics.
Como esto se convierta en tradición ya me veo de nuevo de farra por tierras tossencas. Iepa!


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